viernes, abril 19, 2024
Opinión

La sabiduría de la virtud

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Aarón Dávila

En esta ocasión, me gustaría tocar algunas fibras sensibles del corazón, en torno a la perdida de la sensibilidad humana.

Nos hemos convertido en una sociedad de bienes, materialista, incrédula, insensible hacía la necesidad de los demás.  Una sociedad cada vez más de antivalores.

Con la mayor desfachatez abandonamos al necesitado, a la viuda, al huérfano, al enfermo, al anciano. Desde niños aprendemos a mentir, a robar, a ser egoístas, a olvidarnos del bien común, en aras del éxito y la modernidad.

Sufrimos en carne propia, la desmedida búsqueda de la riqueza económica, cómo si el dinero lo fuera todo y ciertamente en una sociedad capitalista, el dinero es una herramienta poderosa, pero no es y nunca será “el todo”.

Nuestro país en especial, adolece un gran mal llamado corrupción.  Y que es la corrupción, sino la intención desmedida por ser mejor que los demás, es uno de los mayores insultos a la ética, la moral y a la paz social.

La corrupción es una forma de intención destructiva, es la incapacidad de ver más allá de tu propio bien, olvidando que, quién de tal forma actúa, seguirá viviendo en este mundo, pisará el mismo suelo y tarde o temprano tendrá que ver a los ojos a aquellos a quienes ha defraudo sin el menor remordimiento. Lo que se corrompe, pierde su forma original, su pureza y la calidad de su estructura. Así mismo sucede en el corazón de quienes han permitido que este mal se arraigue en su vida. Pierden toda sensibilidad por lo verdaderamente valioso, pierden toda virtud moral.

Hablando de virtud.

Hay quienes definen la virtud como la capacidad de hacer el bien. A mi me gusta más pensar en ella, como la disposición de la persona, para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como, el bien, la verdad, la justicia y el amor.

Puedo ser capaz de hacer lo correcto, pero puedo también, no tener la disposición de hacerlo. Pero eso no es posible, dirán algunos, si puedes porque no lo harías, bueno no es posible, pero como diría mi papá, -no puede ser, pero si puede ser- hay quienes teniendo la capacidad de hacer lo correcto simplemente no lo hacen. Esto es una acción de la moral que será juzgada por la ética.

Ser o no ser, o en este caso, hacer o no hacer,  esa es la cuestión. Diría Hamlet.

Siempre he dicho, que lo mejor de la vida, es la vida misma. Sin afán de ser o parecer más de lo que deba o pretender curarme en mi propia salud, diré que los seres humanos, poco a poco, hemos perdido, la capacidad de admirarnos de las cosas bellas de esta vida, lo sencillo, lo honesto, lo que nos hace estar y vernos bien.

La sabiduría de la virtud, es sí y adelante, es búsqueda constante, es anhelo y motivo, es sin lugar a dudas, fe y esperanza.

Si a la virtud entonces, le añado esperanza y a la esperanza fe, el camino de la vida encuentra sentido y trascendencia.

Saulo de Tarso decía: Es pues la fe, la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Certeza y convicción dan esperanza; la esperanza entonces, encuentra motivos en la verdad y la justicia.

¿Cuánto más debemos dejar pasar?, nos preguntamos ¿qué tanto vale la pena solo quejarnos sin cambiar? Los seres humanos somos lo mejor de la creación. La creación entera no solo fue puesta a  nuestra disposición, sino también a nuestro cuidado.

Si como sociedad actuamos verdaderamente y dejamos de ser solo observadores, entonces realmente lograremos un cambio.

La mayor de las virtudes es vivir y vivir con esperanza, con  intención de bien y deseo de seguir hacia un destino cada vez mejor.

No dejemos pasar más tiempo, este es un buen momento para corregir las cosas que nos han dañado como humanidad.

 

Muchas gracias.

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