jueves, marzo 28, 2024
Opinión

Esperanza: El Verdadero camino de la fe

Aarón Dávila

Dicen que la esperanza muere al último. A diferencia del capitán de un navío, quién al ver su nave hundirse, decide ser el último en saltar o probablemente quién al final se hunda con él.

La esperanza desarraiga del corazón todo temor, vence la más terrible inclemencia, retoma el control de cada uno de los sentidos, levanta el ánimo del débil, restituye a quién ha caído. Hundirse o darse por vencido, es una opción que no considera.

No existe luz más brillante. La esperanza te permite ver el final del camino y llegar hasta aquel destino propuesto, sin importar la distancia, lo escarpado del camino o lo intenso de la tormenta.

¿Qué es lo que hace, que en situaciones de riesgo o de gran peligro, luchemos sin darnos por vencidos? o ¿Qué tipo de fuerza nos mueve a seguir cuando todo parece perdido?

La Esperanza viene de esperar, y éste a su vez del latín “esperare”. La esperanza puede ser vista como un sentimiento, un valor o un estado de ánimo, lo cierto es que esta directamente asociada a algo positivo, es aquella sensación de que se está esperando que ocurra algo bueno en un momento dado, el hecho de tener esperanza sobre algo, indica a la vez que se tiene fe. Allá en el libro de los Hebreos, se presume a Saulo de Tarso, escribiendo sobre la fe lo siguiente: “Es pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”.

Esperamos lo que aún no vemos, porque sentimos que es posible llegar a verlo, tenemos plena convicción de ello, porque la fe, no tiene nada que ver con la naturaleza humana sino más bien con la divina y eso nos hace buscar y esperar más allá de lo aparentemente posible.

Los seres humanos en muchos momentos de la vida necesitamos un tipo de motivación o de aliento superior a nuestras propias expectativas. Que en ciertas oportunidades viene a pesar de nosotros mismos, y es a través de tener esperanza sobre esa determinada acción o evento en la que se está emprendiendo un camino con el fin de lograr los objetivos propuestos.

La posibilidad de salir avante victorioso, cuando las cosas no tienen buena cara en el trabajo, levantar la mirada y ver más allá de la enfermedad o saber que al final del día volverás a ver a esa persona anhelada, encontrarte sólo en medio de la más cruenta oscuridad y saber con certeza, que pronto vendrá la ayuda; eso es esperanza y la esperanza no acepta un no por respuesta, mucho menos un jamás.

Permítanme contarles una historia que tuve la oportunidad de escribir un tiempo atrás.

EL CASO DE LOS NAVEGANTES.

Esta es una historia que habla acerca de 5 amigos que un buen día decidieron que era tiempo de probar mejor suerte en otro lugar, emprender un viaje a un hemisferio diferente, con un mejor clima que les motivase cada día.

Así es que habiendo decidido la opción que se presentaba, se echaron en una barca a la mar, con la intención de cruzar aquel océano, para llegar al destino que se habían propuesto alcanzar.

Nada los detendría, se dijeron uno al otro, como reforzando el valor de hacerse a la mar hacia un lugar totalmente desconocido.

Así pues, transcurrieron tres días con sus noches, todo parecía ir normal, cuando de repente, una gran tormenta se desato sobre su barca y sin darse cuenta, comenzaron a navegar a sotavento.

Todo se oscureció, el ambiente se tornó sombrío. Viento recio y helado soplo con furia, lluvia, truenos, y más, mucho más de lo que hubieran podido imaginar.

Cuando la tormenta por fin amaino, uno de los cinco amigos, desesperado y bastante asustado grito a los demás: -¡Esto es demasiado!- -¡Es una locura!- -yo me regreso, no lo voy a soportar nuevamente–

Cuando los otros amigos lo escucharon gritar desesperado trataron de calmarlo y tranquilizarlo debido a su estado tan alterado.

–Tranquilo amigo- -ya paso- -fue tan solo una tormenta no hay de qué preocuparse, ya todo está bien-  -pronto llegaremos a nuestro destino– Pero el amigo asustado aún y sin poder calmar sus nervios, sin más, decidió echarse al mar y regresar a su punto de partida, no estaba dispuesto a seguir así. -¡Yo me voy de aquí!- grito, los otros tratando de persuadirlo le dijeron: -Amigo calma, ya pasó todo, además, como piensas regresar si ni siquiera traemos salvavidas-  –No importa- dijo –me voy nadando- y sin decir nada más, se lanzó al agua y comenzó a nadar como desesperado.

Como dice la canción: “…De los cinco que tenía, de los cinco que quedaban, uno se tiró a la mar y ahora solo quedan cuatro…”.

De manera que los cuatro amigos que quedaron, decidieron que una tormenta no los detendría, así que retomaron el viaje según lo planeado. Transcurrieron tres días más, cuando de repente, el más tragón de los cuatro, pego sendo grito al responsable de los víveres: -¡Tengo hambre!-  -¡Que hay para cenar!– A lo que el amigo responsable de los víveres respondió: -Ya no queda nada amigo, esta tarde nos comimos lo último que quedaba– El tragón inmediatamente entro en pánico y grito:  -¡Oye, oye!- -no, eso no es posible y ahora que vamos a hacer, yo no puedo estar sin comer-

El tragón angustiado comenzó a ver a sus compañeros como si estos fueran comida y pensó: “Yo creo que a estos me los como. Este esta flaco pero para algo ha de servirme y este gordo, me alcanza para una semana, mira que cachetes y esa panza, mmm… Me lo  como…”.

Cuando el tragón logro calmarse y reaccionar, sin pensarlo se despidió de sus amigos diciéndoles: -No puedo más, si no me regreso me los como. – Así que el tragón se arrojó al mar y nado de regreso al lugar de donde partieron.

Vaya, las cosas no se ven bien, ahora sólo quedan dos viajeros; en fin. Los días siguieron pasando y… Un momento ¿acaso dije dos?, perdón conté mal, quedaron tres, si, sé muy bien lo que pensaron –Seguramente el tragón se llevó al gordo para el camino- pero no sean mal pensados, fue mi error, el gordo seguía en la barca y la barca no se detendría.

Dos días completos con sus noches transcurrieron cuando el gordo, como era de esperarse, comenzó a murmurar del responsable de los víveres diciéndole a los otros dos:

-…Y para que se hace, yo creo que si quedaba comida suficiente, de seguro se la escondió al tragón a propósito…-

Una situación incómoda se desato en aquel momento, comenzaron a discutir al respecto hasta que el más flaco de los tres levanto la voz y dijo: -Yo no voy a ser parte de esto-  -así que yo también me regreso–

Por más que intentaron convencerlo de lo contrario, él se arrojó al frío mar y se fue sin esperar nada. Mmm… ¿Que no era el gordo quien murmuro, el  que debió echarse al Mar? Pues sí, finalmente este amigo murmurador, sintió una culpa tal por lo que hizo, que ya no podía ni siquiera ver de frente al responsable de los víveres, y tomando en cuenta que ya solo quedaban ellos dos, y no habiendo más que tratar, se lanzó al agua también, y nado, y nado, y nado hasta que se perdió en el horizonte distante.

Dos días pasaron después de que el murmurador fuera consumido por su culpa y se echará a la mar. Los dos días más solitarios e inclementes, que el último de los amigos hubiera vivido jamás. Pero en su corazón estaba claro, él determino que habría de llegar a pesar de cualquier cosa. Y así sucedió finalmente, a lo lejos diviso lo que tanto anhelaba ver, ¡tierra!  Él determino en su corazón algo y le fue firme, hasta el final del viaje.

Fijar un rumbo a seguir o un destino por alcanzar es tan sólo el comienzo. En el transcurso del viaje sufriremos y viviremos todo tipo de situaciones y obstáculos a vencer: Tormentas, hambre, sed, temor, dolor. Muchas voces alrededor de nosotros comenzaran a hablar tratando de confundirnos y hacernos claudicar en el intento por llegar a nuestro destino final.

Muchas cosas nos harán sentir culpa por no esperar a los demás. Pero permítanme decir, que llegar a buen puerto al final será nuestra decisión; nuestra y de nadie más, podemos compartir nuestros sueños con muchos, pero al final solo llegaremos si verdaderamente estamos dispuestos a luchar y vencer todos los obstáculos que se presenten en el camino.

Esa es la esperanza, lo que nos fortalece y nos hace llegar hasta el final del camino. Si establecemos los Valores correctos en nuestras vidas, aunque en ocasiones parezca imposible de lograr, llegaremos.

EL CASO DE LOS NAVEGANTES, fue tomado del libro “Valores Para Una Sociedad En Crisis” escrito por Aarón Dávila. Todos los derechos  están reservados en favor del autor. © (R)

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