jueves, marzo 28, 2024
Opinión

La importancia de las palabras

*Aarón Dávila Payán*

Cuentan que un día, Thomas Alva Edison llegó a casa. Le dio a su mamá una nota, y le dijo:

“Mi maestro me dio esta nota y me dijo que sólo se la diera a mi madre.”

Los ojos de su madre estaban llenos de lágrimas cuando leyó en voz alta la carta que le trajo su hijo:

“Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarlo, por favor enséñele usted”.

Muchos años después la madre de Edison falleció, y él fue uno de los más grandes inventores del siglo.

Un día él estaba mirando algunas cosas viejas de la familia. Repentinamente vio un papel doblado en el marco de un dibujo en el escritorio. Lo tomó y lo abrió. En el papel estaba escrito lo siguiente:

“Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela.”

Edison lloró por horas, entonces él escribió en su diario:

“Thomas Alva Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero por una madre heroica se convirtió en un genio.”

Qué impresionante la reacción de la mamá, ¿verdad?

En lugar de leer lo que realmente decía la carta, y hacer sentir menos a su hijo, le dio un giro completamente y le inyectó seguridad y certeza.

Le hizo creer que era un genio y se lo creyó tanto, que creció y murió siéndolo.

¡Es asombroso el poder que tienen las palabras y las enseñanzas de los padres sobre los hijos!

Estoy seguro que, cuando la madre de Thomas Alva Edison leyó aquella carta, se paralizo por tan sólo unos segundos, cómo seguramente nos hubiera ocurrido a cualquiera de nosotros, debido a que, en ese momento, tuvo que tomar una decisión por demás importante, misma que habría de perfilar el resto de la vida de su hijo.

Me impacta sobremanera, la reacción de su madre.

Lo que pagaría una empresa por una toma de decisión tan pronta, decidida y significativa; la reacción que tengamos frente a una situación de tal magnitud, lo define todo.

Mire usted; la mamá de Thomas Alva Edison, pudo soltarle la nota del maestro sin apuro alguno a su hijo. ¿Cuál sería la reacción del niño? Cualquiera, desde un: Que me importa lo que diga el maestro, hasta un llanto profundo de frustración y decepción.

En cualquiera de los dos casos, la vida de Thomas Alva Edison, el genio que todos conocemos, seguramente habría tenido un desenlace diferente.

De manera que, sin importar el tipo de respuesta, la mamá de Thomas, reacciono eficazmente, con determinación y sin vacilación alguna y, al final del día, la historia le dio la razón.

Los padres somos responsables de las palabras que nuestros hijos deben recibir, no me refiero a lo que chatean, sino más bien a las que definirán sus acciones futuras y más aún, aquellas que construirán en sus corazones cimientos firmes para el resto de su vida.

Es asombroso el poder que tiene la palabra y como puede cambiar el destino, tiene el poder de tomar la acción y convertirla en una pesadilla o en un paraíso, de ahí el dicho: “Primero debemos pensar antes de actuar”.

El rey Salomón decía: “Las palabras amables son como la miel: dulces al alma y saludables para el cuerpo”.

Así pues, seamos sabios con nuestra manera de vivir, de hablar y de andar delante de nuestros hijos, conscientes de que, nuestras palabras, pueden ser tropezadero, o bien, un bálsamo que refresque y aliente la vida de nuestros hijos y por supuesto de nuestros seres queridos y de todos aquellos alrededor de nuestras vidas.

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