domingo, diciembre 22, 2024
Opinión

Abuelo

*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

Probablemente no soy un abuelo modelo, pero si uno súper orgulloso y amante de mis dos nietecitas y mi pequeño nieto.

El sabio Salomón expuso lo que los nietos y nietas significan para el abuelo cuando dijo que: “Los nietos son la corona de los ancianos…”

He meditado mucho lo que Salomón expuso en aquella ocasión y esta es mi reflexión.

La corona históricamente representa una distinción, un honor conferido por algún merito en especial.

Una corona también puede ser un reconocimiento simbólico, sin testimonio físico. En este caso se llama “rey sin corona,” se considera que una persona reina en determinado ámbito por sus condiciones o logros.

En el ámbito cristiano la corona significa vida continua. El círculo de la corona, que no tiene principio ni fin, simboliza la eternidad de Dios, la inmortalidad del alma y la vida eterna que encontramos en Cristo.

A propósito del concepto, cuando abrazo a alguna de mis nietas o a mi nietecito, ese abrazo me eleva y me transporta a momentos increíbles, me hace sentir en verdad alagado y le da un significado diferente a mi vida. Es ese el momento en que pienso “ha valido la pena…”

El rey Salomón no tenía idea de que en la actualidad encontraríamos abuelos jóvenes, es decir, que el sentido del abuelo anciano ha cambiado, ya que ser anciano conlleva experiencia de vida y los abuelos de la actualidad en muchos casos han perdido esa exclusividad.

A mis cincuenta y seis años de edad, casi cincuenta y siete ya, me siento obligado a portar con dignidad esa corona de vida, necesito decirle a cada una de mis nietas y a mi nieto, que entiendo la misión que se me confiere y que asumo la responsabilidad de tomar cada experiencia de vida y convertirla en ejemplo, enseñanza e instrucción oportuna para hacer de ellas y de él, personas de bien, bendecidas, completas y muy felices, dignos portadores del amor de Dios y ciudadanos que aporten verdad y justicia a su sociedad.

Ver crecer a mis hijas y a mi hijo ha sido todo un honor, soy un padre profundamente agradecido y por demás orgulloso, pero esta obra no termina aquí, porque cada una de mis hijas junto a mi hijo, irán añadiendo retribución a mi vida, así como oportunidad de seguir contribuyendo al bienestar de mi familia.

No quiero ser un abuelo cuya misión se reduzca a hacer chupitas en una taza de chocolate caliente, quiero ser uno que porte dignamente su corona, la que mis pequeñas nietas y mi nieto representa en mi vida, un abuelo sabio, amante, prudente, que sepa compartir las mejores experiencias y recuerdos de vida, así como todo el amor que en mí Dios ha depositado para mi familia y amigos.

El final de mi reflexión es el siguiente: Ser un abuelo es una bendición y un gran honor, pero ser un abuelo aliado de Dios es esperanza y retribución.

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