Amor que redime
*Aarón Dávila*
Redimir es liberar a una persona de cierto peso, congoja o culpa. Uno de los mayores atributos del amor es precisamente la acción redentora de este; el amor da libertad y permite apartar de nuestra vida todo aquello que no necesitamos cargar.
En otras palabras; el amor verdadero; es decir, el que no es fingido, nos empodera y esclarece el camino por andar para que de esta forma, logremos caminar seguros y seguros también de llegar a nuestro destino.
¿Qué puede hacer que más allá del carácter o las experiencias vividas logremos perdonar los errores o pecados de los demás?
La vida no es sencilla, pero nadie dijo tampoco que tendría que serlo, cuando aprendemos a amar verdaderamente a quienes nos rodean, familia, amigos, de igual forma nuestro trabajo y a nuestros semejantes, la vida se hace más ligera, cuando hacemos con amor cada actividad que desempeñamos durante el día, todo se torna amigable y fácil de realizar.
Cuando amamos quitamos de nosotros toda influencia de mal, aprendemos a perdonar y a ser diligentes y empáticos con las necesidades de los demás. El amor cura toda herida del corazón y restaura toda intención de bien; comprendemos entonces que la única posibilidad real de perdonar a quién ofende, es si llenamos el corazón de amor verdadero, porque haciendo así el dolor y el pecado no tendrán espacio para morar en él.
“Quizás el sufrimiento y el amor tienen una capacidad de redención que los hombres han olvidado o, al menos, descuidado.” MARTIN LUTHER KING.
El sufrimiento es un golpe de realidad y el amor el bálsamo que lo sana.
En el amor esta la posibilidad de la restitución del pago de nuestra propia deuda ante el creador y la creación misma, cuando dejamos a un lado la influencia positiva del amor en nuestras acciones, entonces nos tornamos destructivos y faltos de sabiduría, si la tierra hablará ¿qué nos diría?
En todo caso y después de todo, los seres humanos quienes tuvimos que haber sido lo mejor de la creación, nos hemos convertido en el mayor dolor.
Afortunadamente en el amor siempre hay redención y si es de Dios inclusive salvación.
Los pecados de la humanidad son lo mismo ahora que hace 100 años pero con diferente intensidad. Los seres humanos ahora agotando uno a uno y con cierta vehemencia, los recursos naturales y la provisión natural de esta tierra, con gran displicencia simplemente volvemos el rostro para no ver a quien necesita ayuda y refugio.
Sin amor nos volvemos insensibles, egoístas, faltos de compasión y prudencia, pero en el caso contrario, cuando amamos somos fuertes y enriquecemos la vida de todo aquel alrededor de la nuestra.
El amor redime, nos da libertad, perdón y una paz verdadera, el amor cubre multitud de defectos y nos enseña a ser mejores personas a compartir la felicidad que nos produce y ver la vida con particular esperanza.
Juan el apóstol de Jesús dijo que el amor es de Dios y aquel que ama, conoce a Dios porque Dios es amor. Es así que, sin temor a equivocarnos amar adiciona un camino directo a Dios.
Si así me lo permiten, quiero compartirles un poema que escribí hace un tiempo, se encuentra en un libro de mi autoría llamado “Hoy cortaré una rosa” (Todos los derechos reservados en favor del autor©)
El verdadero amor
El verdadero amor hermosea tu rostro.
Te hace andar en lugares especiales.
Es como el buen mosto.
El verdadero amor se prueba a sí mismo.
Con sus hechos respalda sus acciones.
En él siempre hay un atisbo.
Encuentra como corregir sus errores.
Aun de estos los menores.
El verdadero amor busca, guía.
Se sujeta al bien común.
Otorga la gracia de ser día a día.
El verdadero amor no obliga ni exige;
Te da libertad y transige.
Con cierto trasiego sacude su culpa.
No alcanza, ni siquiera intenta,
Dispensar su paso a cuesta.
El verdadero amor ríe,
Encuentra motivos, nunca se cansa.
Busca la siguiente corriente.
Siempre vuelve a casa.
El verdadero amor va al frente.
Encuentra un mejor camino.
La debilidad lo hace fuerte.
El verdadero amor es consiente.
En él, espera y se paciente.
Es oportuno en todo tiempo buscar el amor, amor que redime, que transforma, que fortalece, que nos capacita para ser mejores personas cada día y dejar a nombre propio un legado de bien y buena voluntad a quienes vienen detrás de nosotros, nuestros hijos.