martes, mayo 13, 2025
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ContraOpinión: Prensa Fifí

*Miguel García*

Foto: Especial.

Recuerdo con nostalgia mis primeros días como reportero, no ha pasado mucho tiempo desde entonces; sin embargo, pareciera que escribo de un tiempo hoy mitológico, escrito en las memorias de juglares.

Era yo con mi grabadora de cassette, aunque no lo crean, mis primeras grabaciones fueron en un dispositivo rudimentario, tipo los 90’s -¡qué loco!, tan fuera de onda- y, claro, mi morral inconfundible que todos envidiaban.

En el lejano 2010, el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, después presidente y próximo prófugo de la justicia, dicen las malas lenguas, tenía en sus miras la grande, que no es albur; hablo de la presidencia, por ello, en el último año de su gobierno cerró con bombo y platillo entregando sus 600 compromisos, que en realidad fueron menos, pero para la estadística dejémoslo en 598.

Mentiría si digo que “LordPeña” no tenía encanto, un ángel particular que hacía imposible no quererlo; remolinaba a las masas cual rockstar y se acercaba a todos para tocarlos como elegido bíblico a sus fieles.

Había algo que lo distinguía sobre todas las cosas, amaba a las cámaras y la prensa, la buena, principalmente, y mala; digan lo que digan, pero estar frente a la cámara era lo suyo. 

En su intento por posicionarse en la carrera presidencial, para la que tenía una vida alistándose, no rehuía a las preguntas, no rehuía a los periodistas, no rehuía a abrir la boca, que para eso mandaba, y si se equivocaba, pues volvía a mandar y se acababa.

Este escenario se aderezaba con un ingrediente particular, un grupo de reporteros hechos “todavía” en la vieja escuela, críticos, latosos y preguntones, cercanos a las figuras públicas, pero dispuestos a apuñarlos cuantas veces fuera necesario para escribir una buena historia; ese fue mi primer encuentro con este oficio.

Días bellos los de saltarse un corral, perseguir a un secretario o regresar a un gobernador para que pudiera ser cuestionado, raro, pero pasaba.

Sí, sé que estoy planteando un escenario muy idílico, que muchos de ustedes pensarán falso. ¿Gobierno abierto a ser cuestionado?, ¿prensa en la búsqueda de la verdad en el Estado de México, con Peña Nieto?, no lo sé, Rick, parece falso.

Tal vez la escena actual dista tanto de ese lejano 2010, que por eso me parece tan romántico ese pasado que hoy se ha ido. Hoy la prensa no sólo no cuestiona, sino que gusta de no hacer cuestionamientos.

Ha encontrado en su corral el estado perfecto para su confortable comodidad, esperan con la cabeza agachada luz verde para que un funcionario se digne acercarse para responder una pregunta.

Los reporteros no sólo no incomodan a su fuente, sino que buscan ser sus amigos, tal vez, en la espera de la llamada que les permita cambiar de acera y ser el día de mañana gobierno, o con la intención de no quedarse fuera de la nómina secreta, contraviniendo su tarea de origen.

Nuestro deber es preguntar, lanzar esa pregunta que moleste, que incomode, que les reviente el estómago, recordarles que estamos ahí para levantar la voz por los ausentes, hacia ellos, los intocables, los elegidos a ser gobierno por su partido, mas no para ser livianos y serviles.

Si el periodismo es un servicio social y nos pagan por “hacer las preguntas”, no lo duden, ya hubieran rescindido de nosotros.

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