El caso de los navegantes
*Aarón Dávila*
Esta es una historia que habla acerca de 5 amigos que un buen día decidieron que era tiempo de probar mejor suerte en otro lugar; emprender un viaje a un hemisferio diferente, con un mejor clima que les motivase cada día.
Así es que, habiendo decidido la opción que se presentaba, se echaron al mar en una barca, con la intención de cruzarla, para llegar al destino que se habían propuesto alcanzar.
Nada los detendría, se dijeron uno al otro, como reforzando el valor de hacerse a la mar hacia un lugar totalmente desconocido.
Así pues, transcurrieron tres días con sus noches, todo parecía ir normal, cuando de repente, una gran tormenta se desato sobre su barca y, sin darse cuenta, comenzaron a navegar a sotavento.
Todo oscureció, el ambiente tornó sombrío, viento recio y helado soplo con furia, lluvia, truenos, y más, mucho más de lo que hubieran podido imaginar.
Cuando la tormenta por fin amaino, uno de los cinco amigos, desesperado y bastante asustado, grito a los demás: ¡Esto es demasiado!, ¡es una locura!, yo me regreso, no lo voy a soportar nuevamente.
Cuando los otros amigos lo escucharon gritar desesperado trataron de calmarlo y tranquilizarlo, debido a su estado tan alterado.
–Tranquilo, amigo, ya pasó, fue tan solo una tormenta, no hay de qué preocuparse, ya todo está bien, pronto llegaremos a nuestro destino.
Pero el amigo asustado aún y sin poder calmar sus nervios, sin más, decidió echarse al mar y regresar a su punto de partida, no estaba dispuesto a seguir así.
-¡Yo me voy de aquí!- gritó, los otros tratando de persuadirlo, le dijeron: Amigo calma, ya pasó todo; además, ¿cómo piensas regresar si ni siquiera traemos salvavidas? -No importa, dijo, me voy nadando-, y sin decir nada más, se lanzó al agua y comenzó a nadar como desesperado.
Como dice la canción: De los cinco que tenía, de los cinco que quedaban, uno se tiró a la mar y ahora sólo quedan cuatro.
De manera que los cuatro amigos que quedaron decidieron que una tormenta no los detendría, así que retomaron el viaje según lo planeado.
Transcurrieron tres días más cuando de repente, el más tragón de los cuatro, pego zendo grito al responsable de los víveres:
-¡Tengo hambre!, ¿qué hay para cenar?- A lo que el amigo responsable de los víveres respondió: Ya no queda nada amigo, esta tarde nos comimos lo último que quedaba.
El tragón inmediatamente entro en pánico y grito: ¡Oye, no!, eso no es posible y ahora qué vamos a hacer, yo no puedo estar sin comer.
El tragón angustiado comenzó a ver a sus compañeros como si estos fueran comida y pensó: Yo creo que a estos, en caso de emergencia, me los como. Este está flaco, pero para algo ha de servirme, y este gordo me alcanza para una semana, mira que cachetes y esa panza, ¡mmm, me lo como!
Cuando el tragón logro calmarse y reaccionar, sin pensarlo, se despidió de sus amigos, diciéndoles: No puedo más, si no me regreso me los como a todos. Lo cual, evidentemente, preocupo a los demás.
Así que el tragón se arrojó al mar y nado de regreso al lugar de donde partieron.
Vaya, las cosas no se ven bien, ahora sólo quedan dos viajeros; en fin, los días siguieron pasando y…
Un momento, ¿acaso dije dos?, perdón conté mal, quedaron tres; sí, sé muy bien lo que pensaron: Seguramente el tragón se llevó al gordo para el camino, pero no sean mal pensados, fue mi error, el gordo seguía en la barca y la barca no detendría su paso.
Dos días completos con sus noches transcurrieron cuando el gordo, como era de esperarse, comenzó a murmurar del responsable de los víveres diciéndole a los otros dos: Y para qué se hace, yo creo que si quedaba comida suficiente, de seguro se la escondió al tragón a propósito.
Una situación incómoda se desato en aquel momento, comenzaron a discutir al respecto, hasta que el más flaco de los tres levanto la voz y dijo: Yo no voy a ser parte de esto, así que yo también me regreso.
Por más que intentaron convencerlo de lo contrario, él se arrojó al frío mar y se fue sin esperar nada.
¿Qué no era el gordo quien murmuro el que debió echarse al mar?, pues sí, finalmente este amigo murmurador sintió una culpa tal por lo que hizo, que ya no podía ni siquiera ver de frente al responsable de los víveres y tomando en cuenta que ya solo quedaban ellos dos, y no habiendo más que tratar, se lanzó al agua también, y nadó hasta que se perdió en el horizonte distante.
Dos días pasaron después que el murmurador fuera consumido por su culpa y se echará a la mar.
Los dos días más solitarios e inclementes que el último de los amigos hubiera vivido jamás, pero en su corazón estaba claro, él determinó que habría de llegar a pesar de cualquier cosa.
Y así sucedió, finalmente a lo lejos divisó lo que tanto anhelaba ver, tierra; él
determino en su corazón algo y fue firme hasta el final del viaje.
Quiero decirte, querido lector, que fijar un rumbo a seguir o un destino por alcanzar es tan sólo el comienzo.
En el transcurso del viaje sufrirás y vivirás todo tipo de situaciones y obstáculos a vencer, tormentas, hambre, sed, temor, dolor; muchas voces alrededor de ti comenzaran a hablar tratando de confundirte y hacerte claudicar en tu intento por llegar a tu destino.
Muchas cosas te harán sentir la culpa de no esperar a los demás, pero permite que te diga que llegar a buen puerto, al final del día, será tu decisión, tuya y de nadie más; puedes compartir tus sueños con muchos, pero al finalmente, sólo llegarás si verdaderamente estas dispuesto a luchar y vencer todos los obstáculos que se presenten en tu camino.
Si estableces los valores correctos en tu vida, aunque en ocasiones parezca imposible de lograr, llegarás.
El mundo del que formamos parte es uno que espera que nosotros, sus habitantes, reaccionemos y busquemos recuperar todos aquellos valores que hemos echado al desuso y finalmente al olvido.
Hemos perdido la capacidad de admirarnos por toda la belleza que este mundo nos brinda; no esperemos que los demás actúen como queremos o hagan todo cuanto deseemos.
La razón, el entendimiento y la buena voluntad, deben encontrar su camino nuevamente; anhelo los días del perdón, del por favor y gracias, del adelante, después de usted. La ley de la calle hoy en día es “primero muerto que dejarte pasar”.
Este es un buen momento para evocar el amor entre los seres humanos, este es un buen momento para decidir por la vida y recuperar los valores que como individuos y sociedad echamos al olvido.
Este no es un mundo de uno solo, es un mundo de todos, nunca será suficiente el bien que procuremos; si sembramos bien, cosecharemos bien.
Este tampoco es un mensaje que uno solo pueda transmitir a los demás, necesitamos en forma viral estornudarle al de al lado para que este se contagie y a su vez estornude al que sigue y este al que sigue, y así sucesivamente hasta lograr recuperar los valores que tanta falta nos hacen para poder vivir en armonía y en completa paz.