El peso de la costumbre
*Aarón Dávila Payán*
Sacudirnos o despojarnos del peso de la costumbre o de ciertas tradiciones, puede ser un asunto complicado.
La información que hemos recibido desde la niñez, suele ser, mayormente recibida por nuestro inconsciente, más que por el consciente, y a base de repetición continua, suele enquistarse y hacer arraigo además de un fuerte apego y es entonces cuando dejamos de percibirlo.
No confundamos, no es que todo lo que hayamos recibido en la niñez sea malo, definitivamente no, la idea, o lo que trato de expresar aquí y ahora, es que mucha de esa información no es recibida conscientemente por nosotros, por falta de interés en el tema, incomprensión o claridad de lo que trata.
En cuantas ocasiones nuestros padres habrán intentado enseñarnos algo con mucha seriedad, de esas veces en que, no sabemos si es regaño o tiempo de apaciguarnos, el asunto es el siguiente, lo más probable es que esa información que por diferentes motivos, puede no caer en el momento y lugar correcto en nuestra consciencia, es recibida en todo caso por el inconsciente, que por cierto, nunca deja pasar nada, lo guarda todo y probablemente ese, sea parte del asunto a tratar, ya que es mucha de esa información, la que al paso del tiempo sin darnos cuenta, en algunos casos para bien y en otros para mal, irán gobernando nuestra vida.
Por ejemplo; cuantas veces habremos escuchado algo como: – Hay hijo, cada vez te pareces más a tu papá – hace un par de noches tan sólo, mi marida justamente me decía algo así: – Marido, cada vez te pareces más tu papá, haces muchas cosas que él hace – lo cual, me llamo mucho la atención y prácticamente, motivo el presente tema, no que me asuste parecerme a mi papá aclaro, pero si, el hecho de que ese es precisamente el tipo de cosas, enseñanzas y actitudes que el inconsciente ha guardado y sin percatarnos, han causado arraigo en nuestras vidas.
Ahora bien, mucha de esa información, está ahí afectándonos de una u otra forma en nuestro diario vivir, pero, que importante es reflexionar sobre cada uno de estos asuntos ya que, existen excelentes valores ahí ocultos, deseando salir y ejercer una verdadera y amplia experiencia de vida en nosotros y de la misma forma, existe mucha información errónea o incorrecta que recibimos a lo largo de nuestra vida y fuimos almacenando indebidamente, como, por ejemplo:
Los problemas o situaciones en caso de pleitos familiares, que de niños tuvimos que enfrentar, situaciones de vida o muerte, asuntos que provocaron en nosotros, tristeza o abandono, debemos eliminarlos de nuestro banco de datos, todo rencor o amargura, todo lo que no nos permite crecer y lograr una vida verdaderamente llena de buenos frutos, se convierte en lastre y ese peso no nos permitirá avanzar.
Asuntos que, sin darnos cuenta, comenzamos a repetir y reflejar en nuestros hijos o con nuestros amigos o con la novia o el novio.
Recuerdo en cierta ocasión, revisando las redes sociales, haber visto un mensaje de una sobrina mía muy querida, que llamo mucho mi atención, en el mensaje ella con cierto asomo de tristeza y desilusión, comentaba, como su novio la invito a su casa y por algún motivo que no quedo claro, él repentinamente le grito en forma grosera, delante de toda la familia. Mi sobrina, por supuesto, se sintió humillada y muy avergonzada con la familia por lo sucedido, afortunadamente el novio, después de reflexionar lo sucedido, se acercó a ella y se disculpó.
El caso es que, para entonces, ya habían sucedido dos cosas, la primera, la clara humillación que sufrió mi sobrina y la segunda la sorpresa que él se llevó, cuando reacciono ante lo sucedido y se percató que su interior, estaba afectado por cierta información mal procesada desde la niñez, a causa seguramente de alguna escena que vivió con sus padres y que jamás libero de sus recuerdos.
Acostumbramos vivir, tal cual como nos va llegando el día, pero que importante es, tomarnos el tiempo necesario, para reflexionar sobre los asuntos del corazón.
Que positivo sería, por ejemplo; que de vez en cuando tomáramos un tiempo para sentarnos y anotar, así de simple, en primer lugar; todas aquellas cosas, actitudes o acciones, que, sin darnos cuenta, nos van asemejando a nuestros padres que, en todo caso, siempre serán nuestra primera influencia, ellos sembraron en nosotros, los primeros recuerdos buenos o malos.
Los primeros valores que recibimos, fueron la suma de los valores que nuestros padres, fueron empatando de sus propios valores de casa y así, instruyeron, consciente o inconscientemente los primeros valores en nosotros, valores que, con el tiempo, nos han formado.
Lo que siguió después, fue la percepción que tuvimos de cada uno de esos valores, ya que no todos fueron realmente asimilados, muchos tomaron el lugar de lo incomprendido o invalorado, simplemente los fuimos arrojando al cajón del desuso, aclaro, si en todo caso por lo menos los notamos, de lo contrario jamás siquiera nos afectaron.
Pero, posiblemente si nos hicieron falta o nos harán falta para alcanzar el máximo desarrollo personal en cierta área de nuestra vida, es por esto que, anotar tal cual, lo que dejamos de ver en lo cotidiano, nos dará una nueva perspectiva de nuestro camino por andar diariamente, simplemente al darnos cuenta, definiremos lo que no nos gusta o no va con nosotros realmente y de igual manera le pondremos paloma a las cosas que nos han ayudado y fortalecido como individuos y en todo caso buscaremos fortalecerlas.
El día de hoy justamente mi hijo me hizo una pregunta muy interesante: – ¿Papá, ¿cuáles son los dos valores, que crees tú, que te definen como persona? – a lo cual respondí, después de meditar la respuesta por un instante, – pienso que son dos los valores que percibo como influyentes en mi vida hijo: Lealtad y responsabilidad, inmediatamente mi hijo lanzo la siguiente y muy obvia pregunta: ¿Y por qué papá?
Respondí con toda seriedad y formalidad a esa pregunta tan centrada, que por su puesto entendí que, por una parte, para mi hijo era importante entender y por la otra, mi deber de instruir a mi hijo, con verdad y claridad en cada asunto de la vida que él mismo enfrentará, es también mi privilegio de padre.
Claro esta además que yo me dedico a eso, yo enseño acerca de los valores y por supuesto, que no puedo darle cualquier respuesta a mi hijo, que además me observa con atención cada día, él es mi fiel testigo y espera atestiguar lo mejor de mi vida.
Esta fue mi respuesta: Mira hijo, pienso que después de muchos años, la lealtad arraigo en mi corazón algo muy importante, la necesidad de aferrarme a mis convicciones, de ser claro en mis intenciones y motivos de vida, porque de esta forma soy leal en mis juicios y acciones ante los demás. La lealtad, es un valor que me enseña a ser verdadero cuando amo, a mantener mis promesas a ser honesto y verdadero y por su parte la responsabilidad, es un valor que ha instruido en mí, el perseguir mis sueños insistentemente, a no conformarme tan sólo con lo que veo delante de mí, o está a mi aparente alcance, a no hacer únicamente lo que me toca, si no, buscar siempre el siguiente paso o el segundo peldaño por escalar.
Mi hijo me miró fijamente a los ojos y me dijo, pa’, tu deberías ser nuestro maestro de valores en la escuela, gracias.
Vamos haciendo cosas cada día, sin percatarnos que simplemente, las realizamos por costumbre, a base de repeticiones instruidas por la inconsciencia o la tradición, por lo que vimos repetidamente en casa o en nuestra sociedad o comunidad más cercana, pero que, definitivamente, necesitamos con toda seriedad evaluar y revisar, tan sólo por saber que efecto están causando en nuestra vida y sin más preámbulo, tomar la decisión correcta en cada caso, cambiar, fortalecer o modificar lo que sea pertinente.
El rey Salomón decía que: “existen caminos que, en apariencia, parecen correctos, pero su fin es para muerte o destrucción.”. Jesucristo por su parte dijo que: En él tenemos la oportunidad de acercarnos a su amor y verdaderamente descansar, de todo el peso que llevamos dentro, prometió darnos verdadera libertad para vivir en con plenitud y paz.
La vida es una continua corriente de experiencias por vivir, que el flujo de su belleza no se vea entorpecido por, lo que dejamos de ver con claridad.