sábado, septiembre 7, 2024
Opinión

Hablando de hábitos

*Aarón Dávila*

Foto: Vía Twitter.

Los hábitos pueden clasificarse en dos tipos: Reactivos y proactivos. Hábitos reactivos son todos aquellos que esperan o dependen de algo para actuar. Una persona reactiva es aquella que actúa reaccionando a las circunstancias externas. En cambio, los hábitos proactivos, son aquellos que no dependen de nada para actuar. Una persona proactiva simplemente está atenta a toda oportunidad que se le presente y hace de todo momento el correcto para continuar.

Características de las personas reactivas

Las personas reactivas tienen dificultades para posicionarse ante las circunstancias. Sus características son: Se desbordan emocionalmente ante las situaciones externas adversas. El 100% de su bienestar o malestar interno depende de si su entorno está bien o mal. Pierden mucha energía juzgando y criticando a los demás. Perciben los cambios como amenazas y, por tanto, acaban saboteándolos. Tienden a quejarse verbalmente, pero no ejecutan ninguna acción al respecto. Están inmersos en sus preocupaciones y no buscan posibles soluciones. Tienen tendencia a ser pesimistas. Les falta iniciativa. Tienden a culpar a los demás.

Características de las personas proactivas

Las personas proactivas se mueven con un pensamiento estratégico. Sus características son:

Positivas. Procuran ser muy positivas antes las situaciones, para evitar caer el victimismo. Creativas: Usan la creatividad para poder elaborar constantemente alternativas. Toman decisiones: Se anticipan a los problemas, no permiten que estos se alarguen en el tiempo, sino que toman decisiones rápidas y pragmáticas. Actúan gestionando los imprevistos en base los objetivos que se ha marcado. Asertivas: Comunican a su entorno de forma adecuada cómo se sienten, qué opinan y qué necesitan. Con iniciativa: Son conscientes de su libertad para poder elegir una respuesta interna y externa ante las circunstancias. Constancia:  Su constancia es permanente, focalizan sus esfuerzos y acciones. Consiguen resultados tangibles, dado que siempre están orientados a los objetivos.

El margen que se vislumbra entre los dos tipos de hábitos es muy amplio, pero, jamás imposible de acortar o modificar.

Cuando hablamos por ejemplo de disciplina, no podemos pensar que esta dependa única y exclusivamente del pensamiento o de la mente, porque inicialmente es la mente la que perdió de vista la oportunidad de cambio, esto es en principio más profundo y va mucho más allá. Puesto que hablamos de lo que afecta al ser en forma integral, mente (conocimiento o saber), corazón (estado anímico, voluntad) y, espíritu (carácter y determinación).

Los hábitos se desarrollan sí, a base de repetición, pero la repetición no define al ser, es más bien el ser en forma integral, quien finalmente da paso a la formación, utilizando el, o los medios que sean necesarios.

Hay quienes afirman que, en mucho los hábitos proactivos son conscientes y los reactivos no lo son, aunque, tampoco es del todo cierto porque todo hábito, descubre nuestros deseos, necesidades, intenciones e inclusive decisiones. 

La intención de hacer o no algo, en todo momento involucra la conciencia.

A mi parecer es más importante entonces aclarar, que ciertos hábitos pueden ser inadvertidamente provocados por el entorno en que crecimos, es decir; por lo que vivimos, escuchamos y observamos al crecer.

Si en nuestro núcleo familiar, nuestro primer circulo de influencia, crecimos con valores y enseñanzas sólidas cómo, por ejemplo: ser honestos, no mentir, ser solidarios y empáticos con nuestros semejantes, entonces indefectiblemente, al crecer rechazaremos todo lo que actúe en controversia con estos valores, en el caso contrario, los antivalores se percibirán normales y hasta naturales: mentir, robar, engañar, ser egoísta y detractor. En tal caso, los hábitos reactivos en forma natural socavarán nuestra manera de vivir.

Saulo de Tarso (apóstol Pablo) decía lo siguiente: Estén siempre alegres. No cesen de orar. Manténganse en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de ustedes como cristianos. Examínenlo todo y quédense con lo bueno. Eviten toda clase de mal.

Los hábitos, en gran parte se transmiten con las primeras enseñanzas recibidas en el núcleo familiar, finalmente, cómo en todo proceso de vida en el camino iremos sumando o restando, que es precisamente lo que el apóstol Pablo aconseja, lo que nos convenga o por el contrario desecharemos lo que no.

En todo caso, es importante evitar que los hábitos nos definan como persona, en cambio, decidir claramente quienes deseamos ser siempre será un acierto verdadero.

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