lunes, diciembre 16, 2024
Opinión

La Autoridad Moral

Aarón Dávila.

Günter Grass, Premio Nobel de Literatura de 1999 decía: “Cuando algo es moralmente correcto, hay que defenderlo sin preocuparse de las consecuencias políticas o personales que vamos a pagar.”.

La autoridad moral no es otra cosa que tener la capacidad y la disposición de dejar ver a los demás, los valores que rigen tu vida y sin temor de hacerlo.

Saulo de Tarso decía: “Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello. Lo que ustedes aprendieron y recibieron de mí; lo que de mí vieron y oyeron, pónganlo por obra…”.

Tanto Günter Grass, como Saulo de Tarso, expusieron una gran verdad. La autoridad moral no tiene nada que ver con ser el mejor o el más fuerte o el más inteligente, ni siquiera el que domina mejor el balón en el juego. Llevar una vida sustentada en valores, con integridad y congruencia, donde tus pensamientos y tus acciones, no luchan entre sí.

Teniendo motivos claros y cual deberá ser el siguiente paso que des, esa es en esencia la autoridad moral y todo esto, tiene que ver con la integridad de nuestra vida, en cada área de esta. No es perfección; sin embargo, tiene todo que ver con el deseo de ser mejores y construir mejores cosas cada día, con los hechos de nuestra vida, los motivos, cada anhelo y meta alcanzados.

El Dr. Pablo Manzewitsch dice que la historia de un hombre es la historia de la humanidad; es decir, la historia de la humanidad es el trazo de la crónica y la experiencia de los hombres. Cada época, cada historia narrada, todo perfil descrito, nos permite ver lo que moralmente hemos debido sostener con el paso del tiempo.

La autoridad Moral aplica en cada asunto de nuestra vida diaria, en la familia, en el trabajo, con los amigos, con los alumnos en la escuela; mientras me alimento, mientras me divierto, en el salón de clases, al conducir al trabajo o de vuelta a casa, mientras estoy con mis hijos.

La manera en que trato a mi esposa o a mis compañeros de trabajo, en las reuniones familiares o de negocios. Cada escena de mi vida representa un caso aplicable de autoridad moral.

Referente a la Autoridad Moral en la familia

En la actualidad, las relaciones entre los miembros de la familia se han visto deterioradas o son escasas. Los hijos ven poco a sus padres, que se ven en la necesidad de trabajar muchas horas; cambian de domicilio en caso de custodias compartidas y las actividades extraescolares llenan el tiempo de los estudiantes que regresan tan cansados a casa, que en lo último que piensan es en sentarse a hablar con sus padres.

Por su parte, los padres viven su propia historia, mantener una familia no es nada sencillo, no sólo en lo económico, sino aun en lo emocional o en su unidad. Pero ¿Qué vamos a hacer? Algunos optan por ya no llegar a casa o por aislarse de los demás miembros de la familia o recurrir a los gritos y a los insultos, generar algo de miedo para no ser confrontados con su realidad; así de fácil o así de trágica puede verse nuestra vida, en ocasiones un panorama nada grato, sin poesía, sin gracia, sin ánimo alguno.  Pero exactamente aquí es donde el valor que nos ocupa este día entra en pleno.

La autoridad moral es el ejercicio de la verdad, de la razón, de la oportunidad, de la mejor versión de nosotros mismos, de la capacidad de ser verdaderos, honestos, transparentes y de vivir una vida probada, en rectitud y honestidad, que afecte directa y efectivamente la vida de nuestros seres queridos. Es decir, si actuamos con rectitud, recibiremos rectitud, si hacemos a un lado la mentira y nos tomamos de la verdad, entonces seremos vistos a través de la gracia y en forma natural seremos escuchados y seguidos por nuestros seres amados.

Nuestros hijos buscan desesperadamente un ejemplo a seguir, nosotros como padres estamos urgidos por dejar ver a nuestros hijos nuestro interés por su bienestar. Ojo, no permitamos que agentes extraños vengan a realizar los actos que nosotros debemos.

Ahora: ¿Qué queda de la autoridad moral de los maestros?

Anna Pagès, del Diario la Vanguardia de Barcelona, trato el tema de una manera muy certera en la sección Vida. El Diván y la cito textualmente: “Los profesores son evaluados ahora por su eficacia y capacidad de cumplir las tareas que les han adjudicado, la administración educativa y las familias. Las personas que se dedican a la enseñanza, sufren actualmente por no sentirse suficientemente valoradas.”.

“Hay una crisis de la figura del maestro antaño, socialmente respetada, y venida a menos en un contexto de posmodernidad, donde el vínculo con el saber está también afectado. Ahora los maestros deben ser eficaces y eficientes: cumplir con las tareas que les ha adjudicado la administración educativa y las familias. Son evaluados en términos de competencia, para conseguir que sus alumnos y alumnas aprendan y tengan ‘éxito’ en la escuela.”.

En este contexto, ¿Qué ha sucedido con la “autoridad moral” del maestro, con la figura del maestro como referencia para alumnos y familias? ¿De dónde se sostiene hoy, en un entorno de caída de los ideales, el respeto por el maestro?

En el año 1914 Sigmund Freud escribió un texto de gran interés para orientar esta inquietud actual. Con motivo de la conmemoración de su Instituto de Secundaria, Freud pronunció una conferencia en la que habló principalmente de la relación entre los alumnos y los profesores y dijo: “No sé qué nos embargó más y qué fue más importante para nosotros: si la labor con las ciencias, que nos exponían, o la preocupación con las personalidades de nuestros profesores. En todo caso, con éstos nos unía una corriente subterránea jamás interrumpida.”.

Entonces bien, lo intangible

Los jóvenes depositan en sus maestros un saber que no se reduce a la materia que enseñan; les suponen un saber sobre quiénes son ellos, un saber acerca de cómo orientar las preguntas fundamentales.

Una “corriente subterránea jamás interrumpida” quiere decir un vínculo especial entre alumnos y maestros, más allá de la realidad concreta: los jóvenes depositan en sus maestros un saber que no se reduce a la materia que enseñan. Les suponen un saber sobre quiénes son ellos, un saber acerca de cómo orientar las preguntas fundamentales que les inquietan en lo más íntimo: la amistad, el amor, la vida, la angustia.”.

Es verdad que en cada época hemos tenido buenos y malos maestros, pero no buscamos estadística, deseamos encontrar corazones dispuestos a dejar ver sus valores, la determinación de sus actos, la verdad de sus dichos y aspiraciones, para así ser capaces de sembrar en los corazones de quienes buscan ejemplos que seguir, una semilla que dé fruto y fruto en abundancia.

¿Y qué diremos ahora de la Autoridad Moral en los liderazgos actuales?

En la actualidad somos afectados por liderazgos medianos. Liderazgos de líderes afectados por la soberbia, la mentira, la devastadora sensación de poder.

El liderazgo es la acción continua del líder, debe ser una acción de tiempo completo y no sólo de 9 a 2 y de 4 a 8. La autoridad moral en el liderazgo es la que hace del líder un actor de tiempo completo, de ejemplos, de versiones reales, de gente.

Muchos buscan el título de líder, pero ser un verdadero líder demanda, ante todo, autoridad moral. No son supuestos los que nos hacen seguir a tal o cual persona, sí, entonces, lo serán sus acciones, sus mejores versiones, sus palabras; no es mejor líder el que más grita o insulta a quienes esperan ver en él un ejemplo a seguir.

La autoridad moral es, entonces, la transparencia de nuestros actos, el testimonio de los hechos de nuestra vida, la posibilidad de vivir una vida verdadera; sin culpa, sin mentiras, sin la ignominia de la deshonestidad y la impunidad que vivimos en la actualidad.

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