La libertad que otorga el perdón
*Aarón Dávila*
En la actualidad estamos viviendo un creciente grado de deterioro, en el ánimo y estabilidad, tanto personal como social, que me impacta, pero no me extraña.
Basta un comentario mal dispuesto; ya ni siquiera mal intencionado, tan sólo dicho en mal momento o sin tino, para hacerte acreedor a un insulto o en el mejor de los casos un reclamo.
Cada día es más notoria la falta de paz en el corazón de los seres humanos, el deseo por pelear unos contra otros, de gritarle al que está más cerca; de culpar a los demás por lo que vivimos.
La condición inestable de muchos, el mal carácter, el estado constante de inconformidad por lo que nos rodea, temor por los sucesos actuales y por lo que inevitablemente hemos sufrido. Nos parece mejor ya no salir de casa, mucho menos hablar con los demás, esto último es importante señalarlo con verdadero énfasis, cuando pierdes el interés por comunicarte con los demás, está en un peligro real.
Todo cobra sentido, cuando entendemos que el corazón se vuelve inusitadamente, un acumulador de malos momentos. Mentiras, malas noticias, decepciones, disgusto laboral, tráfico en las calles, baches, delincuencia, corrupción, engaño, encarecimiento de la vida, desigualdad, contagios, en fin; más de lo que pudimos prever para nuestra vida.
Y bueno, todo esto tiene un inicio. La incapacidad que hemos desarrollado con el tiempo, debido entre otras cosas, a no saber perdonar y limpiar de nuestros corazones las raíces de amargura que vamos dejando ensucien y dañen nuestras vidas.
Lo que de alguna manera nos ha lastimado o causado algún mal, debe ser recibido superficialmente por el corazón, pero tratado con intensidad con la razón y el entendimiento, permítanme explicarme de la forma más clara posible.
Cuando todas las áreas del Alma se encuentran en armonía, experimentamos paz y gozo interiores. Sin embargo, si nos descuidamos, permitimos que aquellas cosas que nos afectan poco a poco tomen control de nuestra vida, es decir; nada puede evitar que las malas noticias, acciones o actitudes lleguen a nosotros en algún momento determinado, pero si es posible evitar que todo ello, sea almacenado en nuestros corazones y formen raíces de amargura que vayan cerrando las posibilidades de limpiar esas malas experiencias de nuestras vidas.
La amargura y el rencor se posesionan de ellas y comienzan a robarnos recursos importantes de nuestra vida.
Cedemos terreno a la tristeza, al dolor, a la depresión, la desesperación, el odio, el coraje, la decepción, el rencor, y a consecuencia de esto, vamos perdiendo la capacidad de identificar estos problemas en nosotros y comenzamos a vivir bajo la influencia de cada uno de estos males.
Una presuposición errónea, una acción incorrecta o deshonesta. Es un marco de referencia incorrecto sobre el cual basamos decisiones equivocadas.
Dios nos ha dado recursos inigualables en el amor, la paz y la esperanza.
Las consecuencias de permitir que el rencor eche raíces de amargura en nuestras vidas son:
•Emociones destructivas
•Temor
•Dudas
•Depresión
•Ira
•El dolor por relaciones rotas
•Todo te parece mal
Todo esto agota la vitalidad y potencial de vida de la persona.
Ahora. ¿Cómo despojarnos de una raíz de amargura?
Comienza por declarar abiertamente la necesidad de un cambio en tu vida.
Confiesa aquello que has guardado en contra de alguna persona, situación o acción, que de alguna forma te allá dañado o que así lo hayas percibido.
Libérate tú y perdona; verdaderamente experimentarás libertad, sanidad y restauración.
Tal vez tú pienses ahora mismo que estoy loco. Tal vez digas: Cómo voy a perdonar a tal o cual persona que tanto me daño, o como voy a dejar pasar ese insulto, o, ¿acaso debemos simplemente dejar pasar las cosas que nos provocaron algún mal?
Lo que voy a expresar en este momento tal vez sea difícil de digerir, pero créanme, es verdad.
No permitas que el pecado de otros sea purgado en tu corazón, lo que otros hayan hecho, no tiene por qué ser tu culpa, no tienes por qué cargarlo tú, permite que te diga, que nadie escapa, ni a la verdad, ni a la justicia. No a la de los hombres mucho menos a la divina.
Tú tienes que ser libre de toda raíz de amargura y de todo temor, de lo contrario ese peso se tornará en el mayor lastre de tu vida, consumiéndote poco a poco y no te dejara seguir adelante tu camino.
Permítanme expresar lo siguiente; el enojo jamás resuelve nada, sólo sirve para indicar una inconformidad en nosotros, pero enojarse jamás ha resuelto nada, mucho menos ha sido la razón de una solución.
Pero lo que si genera el enojo es rencor y el rencor temor y el temor odio.
Liberarte de ese peso, no tiene nada que ver con dejar pasar o simplemente olvidar, tiene que ver con no engancharte en una lucha anímica.
Perdonar no es dejar pasar, es más bien liberar de tu vida el peso de la culpa y no llevar contigo lo que no conviene a tu vida.
Perdonar, te hace vivir bien, estar bien y verte bien.
“Vengan a mi los que estén trabajados y cansados y Yo los haré descansar” Jesucristo.