Navidad, dulce navidad
*Aarón Dávila*
Papi, papi, ¡a poner la estrella! Lucy, de tan solo unos 6 años, brincaba emocionada al ver a su papá poniendo el árbol de navidad cerca de la ventana de su casa, mientras su mamá acercaba los adornos que abrían de colocar en él.
Ver la emoción en la mirada de Lucy contagiaba a todos de aquel espíritu navideño, para ella lo más emocionante de la navidad era colocar el árbol, pero lo que realmente provocaba aquella emoción explosiva en la pequeña Lucy era llegar al punto en que se pusiera la estrella en la parte más alta del árbol, ese era el mejor momento, lo más importante para ella.
En esa ocasión tan especial estaban los abuelos de Lucy, que definitivamente no se perdían por nada del mundo la colocación y arreglo del árbol de navidad, no solo por el árbol en sí, sino más bien por ser contagiados por la emoción de la pequeña, la alegría que le causaba imaginarse colocando la estrella, cubría la expectativa de todos, acerca de aquel momento en familia tan maravilloso.
Apenas papá coloco la última esfera en el árbol, Lucy tomo la estrella en sus manitas y como hacía cada año, levanto los brazos y con los ojos destellando de ilusión, miró fijamente a papá, quién ya sabía que esa era la señal para cargar a Lucy y llevarla hasta la punta del árbol para que colocara la estrella.
Papá atendiendo las señales de Lucy, se acercó y la cargó bien alto, de manera que ella pudiera alcanzar la parte más alta, Lucy ni tarda ni perezosa, se dejó llevar, cual hoja que lleva el viento frente al árbol, extendiendo sus manitas, coloco la estrella y sujetándola bien a las ramas superiores exclamo: ¡Listo! Tenemos estrella. Con un movimiento rápido, abrazo a su papito y lo lleno de besos, papá, conmovido por la reacción de su pequeña recargó su cabeza junto a la suya y la beso con alegría desbordante.
Los abuelitos y la mamá de Lucy se unieron al momento y con un beso y una palmadita en la espalda le hicieron ver a la pequeña que compartían su emoción por aquel momento.
Don Pascual, su abuelo, un hombre de unos 73 años, alto, robusto, cabello cano y barba abundante, levanto su voz grave y calmada y pregunto a la pequeña: ¿Lucy, por qué es tan importante para ti colocar la estrella en la parte alta del árbol?, a lo que respondió sin vacilación: Abuelo, es lo más importante para mí, porque fue la estrella la que guío a los pastores y a los magos del Oriente hasta el pesebre donde estaba Jesús recién nacido y pienso que si pongo la estrella en nuestro árbol ahora guiará a Jesús hasta nuestra casa, porque él es la verdadera navidad.
El abuelito de Lucy, junto a los demás integrantes de la familia, con un fuerte abrazo le demostraron a la pequeña su alegría. Finalmente, la navidad, la dulce navidad a su casa había llegado.
“¡Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el señor! (…) y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron mucho.”.
Que interesante pensamiento el de Lucy, la estrella que una vez guío a los magos de Oriente hasta Jesús, tal vez logre guiar ahora a Jesús hasta nuestros hogares.
Así lo imaginaba ella, la realidad es que, Jesús ya nació y es aún el verdadero motivo de la navidad y no necesita una estrella para llegar hasta nuestros hogares, tan sólo necesita algo que al parecer en la actualidad hemos perdido, fe, esperanza, ilusión por vivir tiempos mejores.
Las navidades mercadológicas parecen, año tras año, más difíciles de celebrar, pero la verdadera navidad no tiene nada que ver con fiestas ostentosas, grandes manjares o regalos relucientes; la verdadera navidad está en lo sencillo de nuestros corazones, en nuestra capacidad de amar y perdonar, la oportunidad que le demos a la alegría de sobresaltar nuestro festejo y hacer realidad el nacimiento de Jesús en nuestras vidas.
El mundo que nos tocó vivir es uno que busca desesperadamente una oportunidad de cambiar y volver a los rudimentos del amor, la verdad y la justicia.
Que esta navidad el motivo de nuestro festejo sean el amor y la paz, darnos la oportunidad de levantar la mirada y con un espíritu apacible, abrazarnos unos a los otros como hermanos, sin rencores, sin temores, sin remordimiento alguno.
Navidad, ¡dulce navidad!