¡Porque lo digo yo!
*Aarón Dávila*
La mayoría de nosotros crecimos escuchando en más de una ocasión esta expresión: ─ ¡Porque lo digo yo! ─
No necesito aclarar lo que seguía a tal dicho, si insistíamos en perturbar a nuestros padres.
Bueno, así o más claro; en ocasiones parece que, al tratarse de la educación de nuestros hijos e hijas, actuar con mano dura es el camino más seguro, pero, ¿será que en verdad ese es el mejor camino?
Creo que este es posiblemente el mejor momento para pisar el freno y hacer una parada obligada y revisar lo que hasta ahora hemos hecho con respecto a la educación de nuestra descendencia.
Permítanme contarles la experiencia recibida desde mi niñez y hasta mi juventud con mis padres, así tendré el enfoque necesario para explicar mi punto.
Al recordar tanto mi niñez cómo mi juventud, en repetidas ocasiones surgen en mi mente, recuerdos tanto buenos como malos, alegres y triste, vergonzosos y triunfantes, claro como en el caso de todos; en la mayoría de los recuerdos aparecen constantemente como es de esperarse mis padres, pero por alguna razón cada vez que los recuerdo, los relaciono con el caso del policía bueno y el malo, cuando de educarnos a mis hermanos y a mí se trataba.
Me explico; cuando mis hermanos y un servidor hacíamos alguna travesurilla, mágicamente y nunca supe como lo hacían, aparecían mis padres, juntos o por separado, cuando aparecían por separado, primero llegaba mi papá y con palabra suspicaces, de alguna forma nos sacaba la sopa (coloquialmente hablando) haciéndonos confesar hasta lo último, una vez que tomaba nuestra confesión, aparecía mi mamá y sin más preámbulo, de dos carambazos, (cachetadones) en la mayoría de los casos, cuando no encontraba la chancla, nos enderezaba la postura, nos quitaba todo mal pensamiento y por supuesto, nos mandaba a dormir sin cenar.
La pregunta ahora es: ¿En verdad será tan necesaria, tan macabra sociedad de los padres para educar a los hijos e hijas?
Mire usted; es necesario que nosotros padres y madres y los evoco a ambos para que ninguno se excuse de su responsabilidad educativa, establezcamos principios a seguir en el corazón de la familia y sembremos los valores necesarios y suficientes en el corazón de nuestros hijos e hijas, para que tengan las herramientas necesarias para enfrentar la vida que les toque vivir y muy especialmente a todo lo que este tiempo les deparé.
En lugar de actuar cómo el policía bueno o el malo, precisamos observar, atender y escuchar a nuestros hijos con amor y objetividad, para tener claridad en cuanto a lo que debemos instruirles para que su camino sea lo más recto posible.
En ocasiones es bueno ser suaves y consentir ciertos asuntos, pero en otras más, debemos estorbar el camino de nuestros hijos e hijas para no dejarlos seguir, es decir, cuando nos percatamos que de alguna manera han tomado decisiones equivocadas o están por caer y lastimarse, es necesario que, con toda firmeza, nos pongamos delante de ellos y con autoridad, determinación y grandes dosis de amor, les mostremos lo que sucederá si siguen por ese camino.
Amar a nuestros hijos e hijas, no es una acción permisiva, por el contrario, porque los amamos, con asertividad luchamos para evitarles al menos en la mayoría de los casos, una fea caída y claro que en ciertas ocasiones la mejor enseñanza será la caída en sí.
Pero en todos los casos, el sabio Salomón aconseja que es necesario guardar nuestro corazón del mal y llenarlo de buenos tesoros de amor y comprehensión y oportuna corrección, no maltrato, pero si, firme determinación en cuanto a la disciplina se trata.
Instruye al niño en su camino y cuando éste fuere joven jamás se apartará de tus sabias y amorosas enseñanzas.
Por favor, no pretendamos aplicar mano dura cuando nunca nos damos tiempo para hablar con nuestros hijos e hijas o preocuparnos por el camino que llevan, la educación es una labor diaria y de tiempo completo, créanme cuando les digo que nuestros hijos necesitan más de nosotros que nuestros amigos.
Grandes dosis de amor verdadero y objetivo y veremos con alegría crecer y caminar a nuestros hijos e hijas siempre por el mejor camino, el de la esperanza.
Bendiciones.