lunes, diciembre 16, 2024
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Presentan el libro “La Guerra que nos ocultan”; otra perspectiva del caso Ayotzinapa

Yamel Esquivel

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“Tu cerebro se opone a reconocer la realidad, se hablaba de desaparecidos, piensas en una represión, jamás en una masacre, finalmente con mis familiares fuimos a reconocerlo, el normalista desollado era Julio César Mondragón; fue hasta ese momento, al ver su ropa, que mi cerebro lo procesó, ese joven era mi sobrino”, así narró Cuitláhuac Mondragón lo ocurrido en Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014.

Durante la presentación del libro La Guerra que nos Ocultan, de los periodistas mexiquenses Francisco Cruz Jiménez, Miguel Ángel Alvarado y Félix Santana, quienes a través de una investigación de dos años logran comprobar que el Ejército mexicano si participó en la desaparición de los normalistas; además desacreditan las versiones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que señalan que parte del rostro de Julio César Mondragón fue devorado por la fauna local.

“A julio no se lo comieron las ratas, es mentira, tenemos fotografías donde se observa claramente los cortes de gota, esos que se hacen para desollar a una persona; sabemos que lo torturaron y que estos cortes se los hicieron cuando aún estaba vivo. En otra imagen vemos que el ojo que se le sacó, está tirado a pocos centímetros de su cuerpo, el cual se movió, no fue en el mismo lugar donde lo dejaron que le realizaron todos estos actos”, explica Miguel Alvarado, mientras pasa las diapositivas en las que sustenta lo dicho en el libro.

Cuitláhuac Mondragón comenta que como todos los mexicanos se enteró de lo ocurrido con los normalistas por los medios de comunicación; al ver las primeras fotografías de Julio, que mostraban a un chico sin rostro, su primer pensamiento fue “qué mensaje quieren enviar, por qué las filtraron, a quién quieren meterle miedo”, después comenzaron las especulaciones familiares, “no puede ser Julio, es más morenito, más alto, mi cerebro no quería aceptarlo”.

24 horas después tuvimos que presentarnos en Guerrero, como siempre ocurre por trámites burocráticos no pudimos reconocerlo inmediatamente, casi un mes después, supuestamente de que se le hicieron toda clase de pruebas, pudimos verlo, pero ya los medios sabían que era Julio César.

Uno es creyente, piensa en la justicia divina, pero vimos lo que se intentó hacer con su reputación, de normalista lo quisieron relacionar con el crimen organizado, a pesar de que mi sobrino no llevaba más que un mes en la normal. Ahí no pararon las desacreditaciones, Televisa realiza un documental para seguir desacreditando a los muchachos La noche de Iguala, donde se le muestra como el líder del grupo criminal de Los Rojos, por eso le hicieron esto, pensé: “que poca madre”.

A esto se les unieron comentarios de algunos funcionarios de la Procuraduría que aseguraban a las familias de los normalistas desaparecidos les dieron 2 millones de pesos a cada uno, y cuando se refirieron a Julio, comentaron: “por como lo dejaron les van a tocar hasta 3 millones”, quise partirles su madre, a nosotros no nos interesaba el dinero, queríamos que lo revivieran; hoy sólo queremos justicia.

Ante las declaraciones de una “verdad histórica”, el manejo mediático del tema, decidimos como familia hacer público el caso, quisieron criminalizarlos, sabemos que hay una guerra que nos ocultan, ya viene en el libro todo documentado.

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