jueves, diciembre 12, 2024
Opinión

Sólo cumplí con mi deber

*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

En el 2015, un policía bancario mexicano, de nombre Sergio Ángel Soriano Buendía, realizaba sus labores de vigilancia en el estacionamiento de una tienda de la Ciudad de México; en cierto momento, se percató de un bolso tirado en el piso, y al revisarlo, descubrió que el bolso llevaba dinero en efectivo, por un total de 42 mil pesos. Sin pensarlo dos veces, el oficial Sergio devolvió la bolsa al personal de la tienda que tenía más cerca y este a su vez localizó a la dueña del bolso.

El acto de honestidad de este hombre fue reconocido por la Secretaría de Seguridad Pública y, por supuesto, por la dueña del bolso y su familia.

Me llama la atención la respuesta del oficial cuando se le pregunto la razón por la que entregó el bolso con el dinero: “Sólo cumplí con mi deber”, dijo; pero, lo que realmente le impulsó a devolver el dinero fue la educación que recibió en casa, los valores sembrados en su corazón.

El oficial Sergio expresó: “Todo viene desde la casa, fue mi madre quien me inculcó principios morales muy elevados.”.

Efectivamente, los valores y principios que recibimos en casa son los que nos forman como individuos y son también los que nos permiten tomar las decisiones correctas cuando es debido.

Alexander Pope decía: Un hombre honesto es el trabajo más noble de Dios. Yo me quedo con esto: Un hombre honesto es un tesoro invaluable, es uno que es capaz de defender sus actos con su propia vida si es necesario.

La congruencia de nuestra vida es la que nos define como personas; es decir, que nuestros pensamientos no peleen con nuestras acciones.

Que nuestras acciones hablen más que nuestras palabras, que los hechos de nuestra vida sean visibles y siempre expuestos a la luz.

La honestidad es incuestionable; actuamos con determinación, sujetos a ella o no, es así de simple.

Cuando alguien miente, roba, engaña o hace trampa, su espíritu entra en conflicto, la paz interior desaparece y esto es algo que los demás perciben, porque no es fácil de ocultar.

Cuando un ser humano es honesto se comporta de manera transparente con sus semejantes; es decir, no oculta nada y eso le da tranquilidad.

Cuando se está entre personas honestas cualquier proyecto se puede realizar. Ser honesto exige coraje para decir siempre la verdad y obrar en forma recta y clara.

Jeremías, el profeta, decía, enseñando al pueblo de Israel: “Pero ustedes deben hacer lo siguiente… digan la verdad unos a otros. En sus tribunales, pronuncien veredictos que sean justos y que conduzcan a la paz. No tramen el mal unos contra otros. Dejen de amar el decir mentiras y jurar que son verdad.”.

Primero: Digan la verdad unos a otros, la mentira es una forma de deshonestidad; la honestidad te hace vivir en la verdad, te permite andar en camino de bien.

Segundo: En sus tribunales, pronuncien veredictos que sean justos y que conduzcan a la paz. La conducta deshonesta siempre será reprochable sin importar cuanta gente la practique. La justicia sigue siendo justicia a pesar de nuestros errores o actos de injusticia.

Tercero: No tramen el mal unos contra otros. Dejen de amar el decir mentiras y jurar que son verdad. El engaño siempre es mal intencionado, doloso y destructivo, es necesario alejarnos de tales prácticas; sobre todo porque el mal siempre actúa de ida y vuelta.

El antivalor de la honestidad es la deshonestidad y en su forma más actual, para que nos quede claro de una buena vez, se llama corrupción.

Desgraciadamente no basta con señalar a los corruptos o quienes creemos que lo son, si no cuidamos ser congruentes con nuestra forma de vivir; entonces, nos volvemos parte de la misma corrupción.

No podemos culpar sólo a unos cuantos por el mal que padecemos todos, es necesario que todos aportemos semillas de verdad, de justicia, de honorabilidad, de razón, respeto y de paz.

Ciertamente, todos cometemos errores, pero el reconocer nuestros errores cuando los cometemos y saber pedir perdón y enmendarlos en el momento que debemos, eso es honestidad, y la honestidad nos hace hombres y mujeres tenaces e inexpugnables.

Cierro con esta frase de Mark Twain: El mejor de todos los artes es honestidad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *