Vamos a bailar
*Eréndira Zavala C*

Hace algunos años, en las escuelas, era tradición o muy común realizar festivales que celebraran diferentes fechas, como la primavera, la independencia de México, el día de las madres, etc. En ellos, destacaban los bailables folklóricos llenos de colorido y vestuarios mandados a hacer o confeccionados en casa, mientras los maestros se desvivían porque los alumnos participaran en sus coreografías, pues algunos eran obligados a bailar, otros que querían hacerlo, pero la timidez los paralizaba y aquellos que se lucían en sus pasos y los colocaban al frente del grupo. El común denominador de todos era representar, con el baile y el vestuario, la cultura de un estado de la República Mexicana.
La danza folklórica es una de las expresiones culturales y artísticas más antiguas de nuestro país, pues se remontan a la época prehispánica cuando los antepasados bailaban para sus deidades como una ofrenda de respeto y admiración.
Sin embargo, para los españoles conquistadores, estos bailes resultaban excéntricos y profanos, por lo que se dedicaron a influenciarlos con danzas europeas como el vals y la polka, obligando a los indígenas a reemplazar a sus dioses por santos y vírgenes, privándolos de sus naturales expresiones culturales.
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