Ya no pensamos igual, Andrés

**Estamos de fiesta por nuestro Sexto Aniversario**

En dos años muchos de los 30 millones de personas que votaron por Andrés Manuel López Obrador, han dejado de tener coincidencias con el proyecto de la Cuarta Transformación -que por cierto nunca llegó- las expectativas de La Mayoría Silenciosa se fueron diluyendo en estos 24 meses de gobierno y la confianza ciega que había en su gobierno, sólo la mantienen los fanáticos que no son objetivos en la manera de cómo deben hacerse las cosas.

Hace dos años todos queríamos lo mismo, que acabara la corrupción, mayor transparencia en los recursos, sacar a los militares de las calles, acabar con la delincuencia organizada, mejorar la economía, erradicar los feminicidios; sin embargo, nada de eso llegó. Cada una de sus acciones fue mermando la confianza entre gobierno y gobernados.

Los ejemplos de corrupción en su gobierno no fueron castigados, los videos exhibieron a su hermano Pio López, las investigaciones a Manuel Barttlet pasaron de largo, los excesos de sus secretarios fueron sepultados; contrario a los casos de sus adversarios que merecen toda la exhibición en sus conferencias mañaneras.

No hay transparencia, la información importante es reservada, como cuando fue jefe del gobierno capitalino; hay un exceso de compras sin licitación y los ahorros de los mexicanos han sido socavados, ya sea a través de fideicomisos o de las reservas que se tenían. La información que exhibe a su gobierno es estigmatizada, los periodistas que osan investigar los asuntos de su gobierno son severamente exhibidos o criticados. Pero en su propia encuesta de combate a la corrupción sale reprobado. Sin embargo, todo le incomoda al presidente.

Su promesa de sacar al Ejército de las calles fue contraria a la realidad, su política de abrazos no balazos no funcionó, su servilismo al mostrar más respeto a los narcotraficantes que a los ciudadanos mermó su imagen ante La Mayoría Silenciosa, su promesa de acabar con la violencia en el país, simplemente no ha llegado y no parece que vaya a llegar.

Parece irónico, pero sus palabras son muy ciertas, la pandemia del COVID-19 le cayó como anillo al dedo, gracias a la pandemia no pudimos ver que su aparato de salud nunca iba a ser como el de Dinamarca, que la economía no iba a crecer a más del 4 por ciento, la pandemia evitó que la desilusión fuera mayor en los ciudadanos, porque de alguna manera entienden que con el tamaño del problema no se puede avanzar de manera considerable, pero eso lo entiende la gente, el que parece que no lo entiende es el presidente. 

Estuvo más preocupado en su venganza, en limpiar su imagen, en demostrar que le hicieron fraude en sus anteriores intentos de llegar a la presidencia -algo que todos sabemos- que se olvidó de gobernar, se le olvidó sentar las bases para un nuevo modelo de gobierno, el que todos anhelábamos, el que Obrador prometió en campaña.

Nadie se enoja si no resuelve muchos asuntos, los cuales son difíciles de resolver en tan corto tiempo o fueron heredados por anteriores presidentes, el problema es que no acepta sus errores y así no se pueden corregir. El problema es que no tiene idea de cómo sentar las bases para una nueva forma de gobernar y aunque es su deseo, no tiene la capacidad para hacerlo.

Todo sigue igual, los ejemplos lo demuestran, los excesos en la familia presidencial siguen igual que antes, la riqueza de sus hijos que no está fundamentada, los viajes de su esposa en calidad de no se sabe qué, son la muestra de que seguimos gobernados por el mismo modelo desde hace más de 80 años. Por estas y muchas razones ya no pensamos igual, Andrés Manuel López Obrador.

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